1728 Cualquier idiota puede poner un negocio.

Hoy es miércoles 26 de marzo de 2025, episodio 1728, y vamos a hablar de por qué poner un negocio hoy es más fácil que nunca… pero eso no significa que cualquiera pueda sostenerlo. Si pensás que con abrir una cuenta de Instagram ya está, este episodio te va a hacer replantear algunas cosas.

Bienvenid@s a otro episodio.

Bienvenida y bienvenido a marketing para gente como uno.

Soy Carlos Malfatti, Consultor de Marketing y nos encontramos otra vez para hablar de Marketing, Emprendimiento, Redes Sociales, Contenidos, Publicidad y todo lo que tenés que saber para llegar a más personas, captar más clientes y vender más en internet.

Cualquier idiota puede poner un negocio.

Hola, ¿cómo va? Hoy quiero hablarte de algo que no ve todo el mundo, pero que es evidente. Y es que cualquier estúpido puede poner un negocio.

Lo digo así a propósito, para que duela, para que te movilice, para que digas, “¿tiene razón?”, o para que digas, “ah, mirá este tipo cómo habla, qué mala onda”.

Quiero que te movilice, que lo entiendas, que sea como una cachetada, que te despierte. Porque no alcanza con poner un negocio.

Cualquier idiota hoy puede poner un negocio, así que atentí con esto.

Vengo a hablarte de por qué poner un negocio es fácil y que poner un negocio es apenas el comienzo.

No alcanza. Cualquier Gil, cualquier hijo de vecino, hoy puede crear un negocio y ponerse o pretender querer conseguir clientes para vender productos o servicios.

Pero justamente, la historia comienza el día después.

Poner un negocio es fácil. Mantenerlo, no.

Voy entonces a lo que nos convoca hoy. Y es esto de que cualquier idiota puede poner un negocio.

Lo digo a propósito, lo digo para que te calientes, lo digo para que te estremezcas.

Hace 30 o 40 años —viste que yo suelo decir “no estamos en 1980”—, bueno, yo nací en los 70, entonces esa época la conozco. Y antes era distinto.

Hice cantidad de episodios, incluso algunos con anécdotas, hablando de que en los tiempos en que yo acompañaba a mi abuela a hacer los mandados, la gente iba a comprar el pan siempre a la misma panadería.

Incluso también mencioné esto de que cuando había que comprar algo, se compraba en el barrio, y si no estaba en el barrio, en el centro.

Y si no, para de contar. A lo sumo, alguno esperaba si venía alguien de Buenos Aires.

Yo soy del interior del país, aquí en Argentina, y casi todo se cocinaba en la capital federal, en su momento la ciudad autónoma de Buenos Aires como se denomina ahora.

Bueno, entonces, lo que no había en tu ciudad, o esperabas que viniera alguien de Buenos Aires o que viniera un viajante.

Y si vivías en un pueblo, peor.

Hoy todo cambió, pero muchos siguen pensando como antes.

Bueno, eso cambió. Hay un montón de cosas que cambiaron.

Sin embargo, hay un montón de gente que tiene la cabeza de hace tres décadas y pretende seguir vendiendo como se vendía antes.

Y por eso no tienen resultados.

Y por eso abren un negocio y a los tres meses cierran.

¿Por qué?

Porque hoy hay, no sé, del negocio que se te ocurra, hay tres, cuatro, cinco, seis por barrio.

Porque hoy es cada vez más fácil poner un negocio.

La mercadería se consigue, los proveedores los conseguís, alquilás un local. Y si es digital, ni hablar.

Entonces, a esto me refiero.

Antes poner un negocio era más difícil.

Antes no existía, por ejemplo, todo lo que es el tema de internet.
Si vos querías poner un negocio, ¿qué necesitabas? El local, el stock, conseguir los proveedores.

Y no había Google para buscar. Tenías que ir a la guía telefónica, llamar por teléfono, preguntar a Juan y María Santísima a ver quién te conectaba con el tipo que vendía.

Y no te lo iba a dar tu competencia.
Si vos querías poner una zapatería, no podías ir al zapatero de tu barrio y decir: che, ¿dónde compras los zapatos?

Hoy es todo mucho más fácil.

Además, impuestos, empleado, la luz, el gas, habilitación…
Antes no había otra. Ahora, cualquiera no ponía un negocio. Esto es una realidad.

Hoy cualquiera arranca, pero eso no alcanza.

Sin embargo, hoy, si es digital, ni hablar.
Simplemente te conectás a internet, abrís un Instagram, le sacás fotos a lo que sea que hagas y bueno, ahí arrancó tu negocio.

Obvio, un negocio es mucho más que eso, ¿eh? Que se entienda.
Y justamente este episodio habla del asunto.

Pero, en general, el pensamiento de la mayoría de la gente es esto:
“Ay, listo, me abro un Instagram y ya tengo un negocio.”

No. Eso es el comienzo, el primer paso o la décima parte del primer paso.

¿Por qué?
Porque así como es fácil para vos, también es fácil para el resto de las personas.

Y esto, entonces, como consecuencia, proliferan cantidad de negocios que son iguales, se ven igual, dicen lo mismo, tienen los mismos productos, las mismas estrategias —o la misma ausencia de estrategias—, no se diferencian, no se posicionan.

Lo digo a diario prácticamente.

Todos iguales, todos a precio.

Y ahí terminan todos vendiendo con precio, con la oferta, con el descuento de la tarjeta, con la promo, con el sorteo.

Claro, hay 25 que se dedican a las uñas esculpidas y de las 25 nadie gana lo que debería ganar.
¿Por qué? Porque todos ganan a precio.

¿Se entiende? Entonces, no es poner un negocio el desafío.

No digo… A ver, tampoco digo que el título de este episodio sea así porque sí.
Cualquier idiota pone un negocio” es justamente como dije, para despertarte.

No todo el mundo tiene el capital, no todo el mundo tiene las ideas, no todo el mundo incluso se anima a emprender.

Pero, ¿que es mucho más fácil que antes?
Es mucho más fácil.

Por eso la mayoría no dura.

Vemos locales que abren y a los tres meses cierran.
Emprendedores que se abren un Instagram, no sé qué, la página web, y no pueden aguantar seis meses, un año.

¿Por qué?
Porque no facturan, porque no consiguen clientes, porque no lo han hecho bien.

No alcanza con abrir el negocio.

Entonces, este episodio quiere hacerte reflexionar sobre esta realidad.
Si estás por emprender o por poner un negocio, o estás arrancando, no te quedes con la ilusión del «ya está».

Ah, listo, abrí el negocio, ya está. No, no.

Al principio, sí, mucha emoción.
Uno dice: “bueno, listo, ya tengo un negocio, no sé qué, no sé cuánto.”
Satisfacción, por otro lado también, la esperanza de decir: “ya tengo mi propio negocio y voy a ser mi propio jefe y voy a tener tiempo libre, la, la, la, la.”

Pero no funciona así.

Que tengas el logo, que tengas la cuenta de Instagram, que tengas incluso, no sé, un e-commerce, no significa que ya hayas vendido, o que vendas mucho, o que puedas retener esos clientes, o que puedas ser rentable.

Hay un montón de cosas.
El verdadero desafío empieza el día después, que es mantenerte, crecer, escalar, diferenciarte, fidelizar a tus clientes.

Lo que hoy hace la diferencia.

Lo que hoy hace la diferencia es justamente tener una propuesta de valor clara,
una diferenciación real,
un buen posicionamiento,
una buena comunicación,
buenos contenidos,
buena publicidad.

Y ni hablar: tratar bien al cliente, brindarle una experiencia distinta, conectar a nivel humano y construir, mientras haces todo esto, una marca.

¿Para qué?
Para no ser un negocio más del montón, un producto más del montón o un servicio más del montón.

Incluso si sos una marca personal:
No seas un profesional más del montón.
No seas un contador más, un abogado más, un arquitecto más.

No tengas una inmobiliaria como tantas otras.
No tengas una tienda de mascotas como tantas otras.

Porque es lo que te va a dificultar realmente sacarle todo el jugo y aprovechar tu negocio, y aprovechar todo lo que el marketing, la tecnología tiene para darte.

El secreto está en competir y diferenciarse.

Por eso te digo, cualquier idiota pone un negocio hoy. Esto entre comillas.

Porque es fácil.
Abrís un Instagram y ya está.

Salgo a vender artesanía.
Pongo un cartelito, hago un cursito y me pongo a vender, no sé, tortas artesanales, o cerveza, o pongo una barbería.

Claro, sí, pero ahí no está el secreto.

El secreto está en poder aguantar.
El secreto está en poder competir.
El secreto está en que tu negocio sea mucho más rentable que el negocio del vecino.
Que no tengas que caer en guerra de precios.
Que no tengas que caer en los descuentos.

O sea, que no tengas que hacer lo que la mayoría hace.
Porque la mayoría lo hace mal y por eso a la mayoría le va como le va.

El marketing mejora tu vida.

Ahora, cuando yo insisto con esto de
“te ayudo a mejorar tu vida, mejorando tu negocio gracias al marketing”,
no es porque suene bonito.
Es porque es la realidad.

Una persona que tiene un negocio y apenas llega a fin de mes,
y vende con una bajísima rentabilidad,
y vende a fuerza de descuento, de oferta
o de estar 24-7 todo el año con la cabeza metida en el negocio…

¿Qué clase de vida es?
No es una vida digna de ser vivida.

La ilusión de ser tu propio jefe se esfuma con la realidad.

Esa ilusión, esa esperanza de abrir tu propio negocio y la libertad y ser tu propio jefe se evapora cuando la realidad te pega la piña.
¿Cuál es la realidad? La que te acabo de decir.

Que si no tenés un buen posicionamiento, no tenés una buena propuesta de valor, no tenés un buen marketing para captar a los clientes correctos que vengan por el valor y no por el precio…
Eso es lo que hace la diferencia.

Por eso, insisto: un buen marketing que mejore tu negocio y haga que tu negocio venda más de manera más eficiente,
traiga al cliente correcto,
se diferencie,
se posicione,
venda por valor en vez de vender por precio…

Ahí sí vas a tener realmente una vida mejor.
¿Por qué?
Porque el negocio te va a dar lo que potencialmente puede dar, en vez de darte lo que generalmente da, que es lo mínimo.

Vender por precio te condena a lo mínimo.

¿Qué puede ganar un negocio que tira todo el día de ofertas o de descuento?
¿Qué puede ganar un restaurante donde lo único que le importa a la gente es la columna de los precios del menú?
Nada, ¿qué va a ganar?

¿Qué puede ganar una tienda de ropa donde viene la gente a comprar baratito y hacen el boca a boca y como compran baratito le dicen a otro “andá allá que es baratito”?

O lo mismo, alguien que brinda un servicio: no sé, plomero, gasista, arreglás televisores…

Yo no quiero, si yo fuese alguien que arregla televisores, no quiero que la gente diga “llamá a Carlitos que es barato”.
No, no, por favor, por el amor de Dios, no.

Llamalo porque es bueno, llamalo porque cumple, llamalo porque dice que viene a las 5 de la tarde y viene a las 5 de la tarde,
llamalo porque asesora correctamente, llamalo porque me podría haber cobrado un montón, me podría haber arrancado la cabeza y sin embargo me salvó porque reparó este equipo que otros supuestos profesionales me habían dicho que había que tirar a la basura.

Ahí está la diferencia.

Pequeños negocios que pueden marcar la diferencia.

Como te habrás dado cuenta, te estoy dando ejemplos, ya no del mundo ideal,
sino del día a día de personas comunes, de negocios comunes.

No estoy hablando de McDonald’s,
ni de Tesla,
ni de iPhone o de Apple,
ni de Microsoft.

Estoy hablando de pequeños negocios que pueden hacer esta diferencia.

Pero si no haces esta diferencia, estás condenado o condenada a esto que te digo.
No alcanza con poner un negocio.
Insisto: cualquier idiota pone un negocio.

Por eso abren y cierran negocios que da calambre.
Hay que hacerlo bien.

No te enamores del negocio. Enamorate del proceso.

Por eso no te enamores de la idea de tener un negocio.
Enamorate del proceso de hacerlo sostenible,
de tener rentabilidad,
de crecer,
de escalar,
o por lo menos mantenerte y que te dé una buena vida.

Revisá tu propuesta de valor.
Fijate cómo te comunicás, cómo son tus contenidos.
Fijate a qué tipo de cliente atraés.

Poné toda tu energía en que a tu negocio le vaya bien,
pero haciendo las cosas de manera correcta.

No repitiendo lo que hacen los demás,
porque a los demás les va para el culo
y a vos te va a ir igual.

Entender el juego actual es clave para tener éxito.

Entonces, poner un negocio no te convierte en emprendedor.

Lo que te convierte en emprendedor
(o en comerciante,
o en dueño de negocio,
ponéle el nombre que más te guste),
es entender el juego.

El juego de 2025, no el juego de 1980,
cuando yo era chiquito y para poner un negocio era difícil
y había una sola zapatería en 50 manzanas a la redonda.

Ahora hay 50 zapaterías en una manzana.

Bueno, estamos en otro juego
y a eso tenés que sumarle todo lo digital, todo lo online.
La posibilidad de comprar en otra ciudad,
en otro país,
en otro continente.

Si no entendés que es otro juego,
jamás vas a tener éxito jugándolo.
Así que, ojo con esto.

Por lo pronto, no tengo más que decir por hoy,
pero sí por mañana,
porque mañana nos volvemos a encontrar.

Eso sí, antes de irme, acordate:
ponete en acción porque el tiempo no perdona.

Chau chau y gracias por estar.
Nos vemos.

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