1804 Dueño rata, pierde plata.

Hoy es jueves, 10 de julio de 2025, y en el episodio 1804 te cuento una historia real que demuestra una gran verdad: ser «rata» en tu negocio es la forma más segura de perder plata. A partir del caso de una panadería exitosa que te cobra la bolsa, analizamos cómo una mentalidad de escasez destruye la experiencia del cliente y te hace perder oportunidades de marketing y fidelización.

Bienvenid@s a otro episodio.

Bienvenida y bienvenido a marketing para gente como uno.

Soy Carlos Malfatti, Consultor de Marketing y nos encontramos otra vez para hablar de Marketing, Emprendimiento, Redes Sociales, Contenidos, Publicidad y todo lo que tenés que saber para llegar a más personas, captar más clientes y vender más en internet.

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¿Cuidás cada centavo en tu negocio al punto de «ser rata»? Hoy te cuento por qué esa mentalidad te hace perder guita a lo pavote. Descubrí con ejemplos reales cómo ahorrar en pequeños detalles arruina la experiencia del cliente y te sale más caro a largo plazo. ¡Es hora de dejar de ser un negocio «rata» y empezar a invertir estratégicamente en marketing para ganar más!

La mentalidad «rata» en los negocios te hace perder plata.

Hola, ¿cómo va? ¿Sos de los que cuidan el centavo en tu negocio? ¿Pensás que ahorrar en pequeños detalles te va a hacer más rentable? ¿O conocés a alguien que te asesore en este sentido? Hoy te voy a contar por qué esta mentalidad, en la mayoría de los casos, te está haciendo perder guita a lo pavote. Quedate porque voy a explicarte por qué un negocio rata termina perdiendo plata.

Soy Carlos Malfatti y arrancamos un nuevo episodio de Marketing para gente como uno. Hoy es jueves 10 de julio de 2025, el episodio es 1804 y el título de hoy tiene una rima y una verdad grande como una casa: «El dueño de negocio rata pierde plata». Esto es muy importante.

Para mejorar tu vida, necesitás guita, dinero, villuya, billete, plata. Imaginate ganando la mitad de lo que hoy ingresás. Ahora, imaginá ganando el doble. La plata no hace la felicidad, pero gran parte de los problemas se solucionan con dinero. Y cuando tenés un negocio, tenés que vender. Como no estamos en 1980, que abrías la puerta y vendías, necesitás marketing.

Cobrar la bolsita: el colmo de la miseria.

Hoy vengo a contarte una anécdota que me pasó el otro día en un negocio de mi barrio. Sé que a vos te gusta cuando cuento cosas que me ocurren. Es importante porque, si sos muy laucha, no vas a ganar el mismo dinero que si sos un poquito más inteligente. No digo que tengas que tirar la plata, porque en algunas cuestiones conviene ahorrar, pero no en otras. Sobre todo, las relacionadas con la imagen de tu negocio, la percepción que le das a tus clientes.

Fui a una panadería. No te digo un boliche de barrio, te hablo de una panadería importante de Mar del Plata, con al menos dos sucursales. Una gran panadería con productos de altísima calidad. Sus masas finas, por ejemplo, el chocolate, no lo he probado en ninguna otra. Hasta ahí vamos bien.

¿Pero qué pasa? ¿Por qué mi queja? ¿Por qué vengo a despotricar y aprovecho para hacer un episodio de marketing? Resulta que cuando vas a pagar (recordá, una señora panadería, pastelería, con años en el mercado; recuerdo de adolescente volver de bailar y comprar facturas ahí), dice «bolsa tanto», te cobran la bolsita. No es por rata, no es por no querer pagar la bolsa. ¿Cómo un negocio de ese nivel, que vende productos con esa calidad, con esa trayectoria, una marca conocida, se pone a cobrarte la bolsa?

Alguien me puede decir: «Che, loco, pero los supermercados también». Sí, pero hablamos de otra cosa. Es cierto que hay legislación sobre el uso de bolsas, pero el camino no es cobrar. Además, somos pocos y nos conocemos mucho: no me vengas con que querés cuidar el medio ambiente. Querés ahorrarte la guita de las bolsas. Y la verdad, eso es patético, porque arruinás la experiencia de un cliente que va a tu negocio porque le encanta lo que vendés. Le estás cobrando la bolsita con mentalidad de almacenero de 1948 después de la guerra. Es una barbaridad. Y no es el único negocio, lo he visto en varios.

Escondé los costos, sumá valor.

¿Cuál es la idea? Vamos a suponer que me digas: «No, lo que pasa es que la bolsita…». Todos sabemos que cuando pagamos algo, nos meten adentro el precio de todo, hasta de los impuestos. Pago muchos impuestos, pero yo te los pago cuando te compro. Cuando vos pagás Ingresos Brutos, AFIP, esto y el otro, se lo cargás al cliente. No me vengas con que el dinero viene del aire. Dejemos de patalear. Pero bueno, supongamos que haya cosas por las cuales patalear esté bien. Hay otras que no.

Si tenés un contador, decile: «Flaco, haceme las cuentitas para meterle el precio de la bolsita dentro del producto». El cliente no se entera y vos no quedás como un miserable que le mezquina la bolsa o se la cobra.

Pero hay algo mejor que la solución racional, la que aplican todos. ¿Cuál sería una solución más marketinera? En vez de dar una bolsa de plástico de mierda, ¿por qué no invertís un poco más? Hacés una bolsa reutilizable, con buen diseño, funcional, que al cliente le sirva para otras cosas. Primero, la convertís en publicidad. Hacés de la bolsa un objeto de deseo. Podés hacer tres tipos de bolsas: una medio pelo, otra más o menos, y otra tan buena, una bolsa de diseño que hasta den ganas de comprarla. ¿Y esa para quién es? Para quien gasta en tu panadería más de «X» cantidad. Reitero, hablamos de una señora panadería-pastelería, no de una pequeña de barrio. Ellos sí pueden darse este lujo.

Una bolsa, un cupón, una fidelización.

Una de esas bolsas que la gente quiera usar. Y otra, más genial todavía, para fidelizar. Le decís a tu cliente: «Mirá, llevate esta bolsa de tela. Y cada vez que me vengas a comprar, te hago este descuento». O te regalo tal cosa. O tenés este cupón y lo vas juntando, te lo tildo cada vez que me comprás, y a la vez número diez, no sé, te regalo una docena de facturas. Ojo, son ejemplos, hay que hacer la matemática y ver que al negocio le sirva. Pero es mucho mejor que meterle un cartelón en la nariz a alguien que te va a pagar: «Eh, te cobro la bolsita».

Todo esto está conectado con la experiencia del cliente, con el valor de vida del cliente. No tenés que enfocarte en una única transacción y pensar que esa única transacción va a ser definitiva. No, la bolsita te cuesta guita. No, tenés que pensar en brindar no solo la mejor experiencia, sino hacer todo lo posible para que la percepción de valor de tu negocio y de tus soluciones aumente.

Por un lado, para que el precio sea lo de menos. Imaginá lo que te decía: una bolsita o una señora bolsa de mejor calidad que la gente se la lleve y le encante, te va a atraer a un tipo de cliente que no va a pensar tanto en el precio, como sí lo va a hacer el tipo al que le estás cobrando la bolsita de polietileno. Hay que tener una mentalidad más estratégica, más a largo plazo, más centrada en la relación entre el negocio y el cliente. En una relación a largo plazo, no en la venta, en la transacción eventual, donde cada centavo cuenta.

Vos pensá que si a ese cliente le das mucho y sigue viniendo, es un cliente que a lo largo del tiempo te va a seguir comprando. Te va a recomendar, va a ir a comprarte a otra sucursal si abrís otra. En vez de hacer el cálculo de los cinco, veinte, cincuenta pesitos que te sale una bolsita, pensá en el largo plazo.

Mentalidad rata: un tiro en los pies.

Tarea para el hogar: identificá tus «puntos de miseria». Muchos negocios tienen estos «puntos de miseria», que por una bolsita, por una cosita… Mirá, a mí me pasó que fui a un lugar a conectar un estéreo viejo en el auto. No valía la pena comprar uno nuevo, con enchufarlo al celular con un cable valía. El tipo de la casa del estéreo me vendió un mini plug macho chino total. Me duró dos veces. Lo enchufé dos veces y se rompió. Le fui a reclamar y me lo quería cobrar.

«Loco, yo hubiera cambiado el estéreo más adelante. Hubiera mejorado o arreglado ese parlante que suena medio medio, que ahora se arregló solo». Y perdiste un cliente por un mini plug macho que sale centavos y que lo comprás al mayorista. ¿Me estás jodiendo? Esta es la mentalidad de muchos dueños de negocios con el chip miserable en la cabeza. Dueños de negocios ratas que pierden plata por estas cosas y muchas otras que, bueno, el episodio se termina.

Reflexioná. Si pensás de esta manera, pensá de manera más estratégica. Transformá ese «gasto», entre comillas, en marketing. En vez de pensar lo que te cuestan las bolsitas y que se las tenés que dar a la gente, pensá: «¿Cómo puedo hacer para entregar una bolsa y que sea un reflejo del valor que le ofrezco a mis clientes, de mi marca, que sea algo funcional, que la quieran seguir usando, que se peleen por llevarse la bolsa?». Es un ejemplo, puede haber otros.

Y además, hacé la cuenta de los clientes que perdés por tener esta mentalidad. En este caso es una bolsa, pero hay otros ejemplos, como el del que repara estéreos de auto (autorradio, no sé cómo se llaman en tu país). El tipo me perdió de cliente. Yo podría haber estado toda la vida y mejorado, cambiado, comprado todos los estéreos del auto que tengo y de todos los que podría tener. Y no, me perdió de cliente. ¿Por qué? Por rata. Por ser miserable y, para colmo, en el caso del tipo del estéreo, maleducado absoluto.

Ojo con estas cosas. Porque la mentalidad rata es una trampa, un pensamiento a corto plazo que hace que te pegues un tiro en los pies. Cada punto de contacto con tu cliente, desde que entra al local, desde antes de que empieza a averiguar y se encuentra con tu negocio, es fundamental. Y tenés que usarlo para construir una relación a largo plazo. No para destruirla. No para refregarle por la cara el precio de la bolsita y cobrársela porque «no me puedo permitir darte una bolsita». Terrible. No lo puedo creer, pero pasa. Así que, ¡atentí con esto!

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