1773 Un negocio que no fracasa, no crece.
¿El miedo al fracaso te paraliza? Te cuento por qué un negocio que no «fracasa» (o sea, que no prueba cosas nuevas y a veces pifia) es un negocio que no crece una mierda. Analizamos las dos caras del «fracaso» y cómo cambiar el chip para que el miedo no te frene. ¡Animate a pifiarla para crecer!
Bienvenid@s a otro episodio.
Bienvenida y bienvenido a marketing para gente como uno.
Soy Carlos Malfatti, Consultor de Marketing y nos encontramos otra vez para hablar de Marketing, Emprendimiento, Redes Sociales, Contenidos, Publicidad y todo lo que tenés que saber para llegar a más personas, captar más clientes y vender más en internet.
El cuco del miedo al fracaso y por qué es un freno para tu negocio.
Hola, ¿cómo va? ¿Te da julepe la sola idea de fracasar con tu negocio, de meter la pata, de que algo te salga para el traste y quedar con un dolobu? Bueno, hoy vengo a hablar de este cuco, del miedo al fracaso y por qué, paradójicamente, si no te animás a fracasar aunque sea un poquito, tu negocio se va a quedar más chiquito que un bonsai. Así que, ¡atenti!
Fracasar para aprender vs. aprender del éxito: las dos bibliotecas.
Y vengo a hablar hoy del fracaso. Y antes de meterme en tema, mencionar que hay dos bibliotecas. Bibliotecas. La biblioteca de los pro fracasos, que te dicen fracasá y hacelo rápido y barato, son los que mencionan que el fracaso no deja de ser parte del proceso. Que vos tenés que probar mil cosas y que uno aprende de las cagadas que se manda, básicamente. Es así. Que no hay forma de innovar o de crecer si no te la jugás. Aunque esto signifique que a veces te la pongas de sombrero. Entonces, esta es la escuela que indica que hay que fracasar y que está bien.
Y después están los antifracasos. Los que dicen que aprender del fracaso es un cuento chino. Que en realidad, uno aprende de los éxitos. Que vos decís, ¿qué carajo me puede enseñar un fracaso? Lo único que me va a enseñar es a no hacer lo que acabo de hacer. Yo necesito tener éxito para aprender de aquello que me fue bien.
En definitiva, ambos puntos de vista creo que son válidos. Y hay que conocerlos. ¿Por qué? Porque alguna vez vas a fracasar y otras veces, tal vez, tengas éxito a la primera. Cosa que no es muy frecuente. But bueno, en todo caso, está bien saberlo.
La cultura del miedo al fracaso: una pelotudez que no te define.
Lo importante es sacarte de la cabeza algunas ideas. Lo primero es lo relacionado con todo aquello que rodea lo que denomino la cultura del miedo al fracaso. Y esto ocurre más que nada aquí en Latinoamérica. Fracasar te convierte en un fracasado o en una fracasada. A ver, esto es una pelotudez atómica. Ni los éxitos te convierten en Gardel, ni los fracasos te convierten en el último orejón del tarro.
Además, no sos tan importante. Ni yo soy tan importante. Ni nadie es tan importante como para preocuparse si piensa que, no sé, va a lanzar una publicidad, le va a ir bien y no le va bien. Punto. Listo, volvé. Fíjate que pifiaste y empezá de nuevo.
Cambiá la cabeza: el fracaso es aprendizaje y no le debés explicaciones a nadie.
Importante también es que cambies la cabeza. Yo lo digo siempre, en cuestiones de emprendimiento, el primer paso es cambiar la cabeza. Estamos rodeados de un contexto y de personas que nos tiran para abajo. Entonces, dejemos de hablar de fracaso. Es un intento, es una prueba, es un aprendizaje. Listo. Si vos te repetís que, oh, soy un fracasado, oh, fracasé, no sé qué, nunca vas a salir del pozo. Lo importante es intentar.
Si no, fíjate, tenemos un ejemplo enorme. Elon Musk. Te guste o no te guste el tipo, no podemos negar que es un crack. Y una de las claves del éxito de Elon Musk de SpaceX es lanzar cohetes. Ah, lanza uno, pum, explotó, uy, qué cagada. Tira otro, uy, se cayó al agua. Vamos a aterrizar este, uy, aterrizó mal. Aprendieron más que de los éxitos, de los fracasos. Y esto es genial.
Otra cosa, y esto lo mencioné recién. ¿A quién tenés que rendirle cuentas? Te tiene que importar un cazo, chuparte un huevo, lo que diga el vecino, tu ex, tu tía o el loro de tu tía. La mayoría de las personas son conformistas que se sientan en la comodidad del sillón a criticar a los que hacen. No arriesgan. Lo único que hacen es comentar, opinar, cuando en realidad prácticamente ni siquiera tienen idea de aquello sobre lo que están opinando. ¿A esa gente le tenés que rendir cuentas? Yo creo que no.
Entonces, nuevamente, cambia la cabeza. Porque la vida no deja de ser ensayo y error. Es probar y equivocarnos. Siempre utilizo el mismo ejemplo. Cuando uno nace, cuando es un pequeñito, un bebé o un poquito más que un bebé, empieza a caminar o a intentar caminar. Y se pega 350 millones de porrazos. ¿Vos te imaginás si el padre o la madre le dijeran, nene, no servís para caminar, dedicate a otra cosa? No. El pibito o la pibita se va a llenar la cabeza de chichones de tanto caerse hasta que aprende. Adquiere el equilibrio, da un pasito, da otro pasito. Primero va caminando como un robot y después camina y corre y ya se hace imparable. Bueno, lo hemos hecho todos los que tenemos la buena fortuna y el don de poder caminar. Listo. La vida es esto. Es probar, es ensayar, es equivocarte hasta que le encontrás la vuelta.
El sistema educativo, las expectativas ajenas y tu propia medida del éxito.
Y a veces, ojo, no es que sea culpa tuya. Todo esto de fracasar y de no sé qué está muy metido en nuestra cultura, en nuestro contexto. Muy metido también en el sistema educativo. A todos nos dan el mismo examen, los mismos temas que debemos resolver de la misma manera. Cuando cada persona tiene individualidades, tiene diferentes maneras de aprender, diferentes maneras de entender las cosas, diferentes puntos de vista respecto del mundo. Pero nos tratan de igualar, en este esfuerzo de igualar a todos, de hacer un ciudadano promedio, es donde ocurren estas cosas. Entonces, tenés que salirte de ahí.
Porque además, el éxito y el fracaso, en definitiva, ¿quién puede decir que es éxito y quién puede decir que es fracaso? Hace un tiempo hice un episodio que le puse por título, ¿sos abogado o sos feliz? Y mencionaba, no puntualmente el tema del fracaso, pero sí la cuestión de las expectativas ajenas y esto del ciudadano promedio. El típico ejemplo que se encuentran dos personas y tus hijos, ¿cómo están? Bien, genial, mi hija se recibió de abogada, mi hijo es arquitecto. Cuando, la verdad, ¿qué carajo importa? Lo que importa es que sean felices. Los felicito, buenísimo, genial. Que siguieron una carrera, se esforzaron y se recibieron. Pero eso no es lo más relevante en la vida de una persona. Lo más relevante es que tenga una buena vida, independientemente de lo que haga. Pero muchas veces medimos aquello que consideramos éxito o fracaso de acuerdo a la expectativa ajena o al statu quo. Bueno, manda todo esto a la mierda, no sirve para nada.
Cómo enfrentar el «fracaso»: redefinir, aprender, persistir y empezar en pequeño.
Lo importante es persistir, es aprender. Si algo salió mal, cambiar, mejorar. ¿Para qué? Para no volver a fallar. Simplemente, si volvés a fallar, otra vez ves que es lo que no anda y lo mejoras.
Entonces, primero redefiní esto de fracaso. Que hagas algo y no vaya bien, no es una sentencia de muerte. Simplemente, el resultado que esperabas no fue como lo esperabas. ¿Qué es lo que aprendés? Bueno, esto es lo que vale.
Yo te comenté finales del año pasado que desplegué una estrategia para mis contenidos pensando que podía salirme bien. ¿Me salió mal? Bueno, listo. ¿Qué? ¿Me voy a pegar un tiro? ¿Voy a dejar de hacer el podcast? ¿No voy a volver a hacer contenido en redes? Sí, lo voy a hacer. ¿Listo? ¿Por qué? Porque aprendí de que de esa manera no era. Listo, ya está. No hay que darle mucho más vuelta.
Eso sí, cierto es que los que dicen que tenés que equivocarte en pequeño y barato, no está mal. Si tenés una idea nueva, por ejemplo, querés poner un negocio, no metas toda la carne al asador. Tratá de hacerlo lo más controlado posible, por si, en el caso de que no te vaya bien, tengas la manera de recuperar, de pivotar, de no perder todo.
También, importante, rodearte de gente que te potencia, en vez de gente que está todo el día criticándote y marcándote los errores. Eso no sirve para nada.
Animate a arriesgar: el éxito raramente llega sin tropiezos previos.
Y por último, animate, porque el que no arriesga no gana. Y vas a arriesgar y te vas a equivocar y te vas a tropezar y te van a pasar cosas malas, pero en el camino vas a aprender muchísimo y a la larga vas a terminar ganando si haces las cosas bien.
En los negocios tenemos que probar, tenemos que incluso aceptar que a veces las cosas no van a salir como pensábamos, pero son las reglas del juego. Es parte del camino y es altamente improbable que puedas tener éxito sin antes no acumular unos cuantos fracasos.
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